Cuando el pastor que reside
En la cabaña solitaria de mi pecho
Se sumió en el sueño,
Tu sonrisa feroz se pintó
Con la malicia de devorar
Mis ovejas.
Como si fueran manjares destinados
A satisfacer tu apetito voraz.
Capa a capa y copo a copo,
Como nubecitas esparcidas
Por el viento de tormenta,
Desarraigaste de mí,
Todo indicio de felicidad.
Tus deseos afilados
Pastaban sin piedad,
Dejando mis rebaños indefensos.
Vulnerables a los caprichos
De tu apetencia,
Mis tiernas sensibilidades,
Delicadas,
Danzaban despreocupadas,
Sin prever la tormenta
Que se avecinaba en tu mirada.
El grado de inestabilidad
Al que empujaste mi corazón
Me dejó a merced
De la vorágine que desatabas.
Fui testigo impotente
De cómo tu boca insaciable
Arrancaba trozos
De mi esperanza.
Animal salvaje sin piedad
Saciando su hambre.
Cada mordisco tuyo generó
Un big bang de lamentos.
Un génesis de alaridos.
Un amanecer cósmico de ocasos.
Esparcidas quedaron tus semillas
Germinantes del dolor.
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