Dejaste mis jardines edénicos
Como un terreno baldío
Talaste todos mis árboles
Erosionaste mis montañas
Arruinaste mis edificaciones
Y plantaste hiedras venenosas
En lo mejor de mis terrenos
Sitiaste indiferentemente
Cada una de mis comarcas
Absorbiste como una esponja
Todos mis sentimientos
Te adueñaste de mis sentidos
Y los dejaste como un muladar
Empañaste los limpios espejos
Que reflejaban mi alma
Y quemaste con tu indiferencia
Mis columnas y mis murallas
Y con todas estas cosas
Nunca dejé de amarte
Porque estaba doblemente seguro
De que el amor abona jardines
Hasta verlos reverdecer
Mueve a la vez montañas
Por más arraigadas que estén
Restaura todas las ruinas
Limpia el veneno sembrado
Es capaz de vencer al sitiador
Y rebosa cada sentido
Con su envolvente dulzura
Es capaz de esclarecer
Hasta la más densa tiniebla
Y capaz de apaciguar
El fuego más impertinente
Fue por eso simplemente
Que no dejé de quererte
Porque aun guardo la certeza
De que mi amor es tan grande
Que es capaz de conmover
Al dios del odio y de la muerte.
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