Tu maná llegó a mis tierras
En momentos de amplia desesperación.
Tu placer cubrió mis eras
En tiempos de desasosiego y sinrazón.
Yo había recibido la llave
De la ciudad del desamor.
Me habían condecorado con honores
En el palacio del temor.
Tenía en mi pecho clavado el pin
Del doctorado en aflicción.
Me habían reconocido
Con la orden más alta del país del dolor.
Eran célebres mis amarguras.
Se cantaban salmodias
En nombre de mi maldición.
Pero solo bastó que blandieras
Tu espada como el Cid campeador
Y los ruines sentimientos
Que tenía en mi derredor
Se atomizaron enteros
En torno a tu aparición
Y disuelto quedó el desespero
Que atascaba mi garganta
Y nublaba mi corazón.
Tú y ese poema de Wisława
Me iluminaron el interior:
Anoche yo volaba
Como en una alfombra mágica
Por las avenidas de la voluptuosidad.
Anoche yo bogaba
Como en una barca de velas izadas
Por los meandros de la sensualidad.
Como en un cuento
De las mil y una noches
Tu mano me guiaba
Y los gemidos que escapaban
De tu ser
Hicieron que mi voz
Se fragmentara
En suspiros, en quejidos,
En jadeos coronados de placer.
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