Yo debí pensar en no apostar
Todos mis dardos
Para lanzar a tus dianas.
Yo debí calcular
No colocar todos mis huevos
Frágiles en tu canasta.
Yo debí oponer
Resistencia a la influencia
Mágica de tu oscuro mirar.
Yo debí parar
De temblar cuando tu voz
Omnipotente mi nombre llamó.
Yo pude invocar
La mística silaba om,
El mantra secreto,
Pude haber reprendido
La dulce tentación.
Yo debí aferrarme
A la inamovible decisión
De no prestar oídos
A tu seduciente voz.
Pero estaba atravesando
Por las resbaladizas pasarelas
De la desesperación.
Mis ojos cansados de llanto
No aguantaban otra decepción
Y me lancé como red de pesca,
Como ballena más que sedienta,
Como bandada de aves inciertas.
Yo salí con la urgencia
Desestabilizante del desamor
A querer beber de tus fuentes
Sin calcular el dolor
Que tu ajenjo provocaba
A los ríos de babilonia
Que impolutos fluían
En mi edénico interior.
¡Qué opresiva fue la forma
En que nos despedimos!
Yo viví la experiencia
De un elefante bailando
En mi pecho, el peso
De tu partida me dejó
Huellas profundas
En la memoria perenne
Del corazón, que aún hoy,
Tantas eras pasadas
Y tantas historias contadas,
Emerge en su apoteosis
Tu recuerdo nítido y blandes
El pasado lleno de gloria.
Años después
Aun me quema
Como una llamarada solar
El recuerdo de tus dedos
Recorriendo los intersticios
De mi memoria.
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