Es verdad que no vi tus alas,
Pero el brillo intenso
De tus hermosos ojos
De color café,
Me gritaban a voces
Que eras un arcángel errante
Y mi cuerpo quedó palpitando,
Como un resorte que vibra,
Y como si poseyese dentro
De mi atribulado espíritu
La locura de Nabucodonosor,
Sentí un vértigo en mis venas
Que me arrojó precipitadamente
Ante tus pies,
Porque en la mera verdad
Las tonalidades más hermosas
Que jamás percibió mi espíritu,
Fueron las que vi esparcidas
Sobre tu rostro,
Y la sensualidad más expresiva
Que nunca antes noté,
Fue la que estaba sutilmente
Pintada en tus labios,
Y por eso fue que descubrí
Que tu nombre era Priscilla
Y que eras verdaderamente
Un arcángel errante.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario