Fruta madura,
De piel dulce
Y corazón amargo.
Entre el millar de sonrisas
Con que te presentaste,
Cada una fue un oasis
De soledad,
Dejándome sediento
De la frescura de un auténtico amor.
Morder tu anzuelo fue un engaño.
Tu carnada se desvaneció
En el paladar de mi alma,
Como el susurro del sueño efímero
Que tiene un enamorado.
Escondido en cada caricia
Y cada beso,
Como un néctar embriagador,
Llevabas camuflado
Un adictivo amargor.
Soñaba que fuera dulce tu alma.
Y así, cautivando mis sentidos,
Quedó enredado mi ser
En la trama de tu encanto.
Como quien agarra
Un carbón ardiente,
Me aferré a la esperanza
De que disiparas
El desamparo en mi interior.
Con cada exhalación que daba,
Por la desesperación, ampliabas
La escala de amargura
En el jardín de mi corazón.
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