Te levantaste
De las catacumbas de mi desidia
Como si fueses Lázaro resurgiendo
De entre el mundo de los muertos
Y con tu antorcha de luz,
Simulando un coloso en Rodas,
Iluminaste los siete mares
De mi cuerpo.
En ese instante pudo ser visto
Un mar de sargazos
Enredando mi pelo
Y el rojo océano
De mi tamborileante pecho.
No fue necesario que partieras
Ni tu pan ni tu pez
Ni que compartieras tu vino.
Es que la eucaristía de tus ojos
Ya me había aportado
Los nutrientes necesarios
Para la supervivencia
De mi alma desvalida.
Una vez más
Enlabié la ambrosía,
Y lo etéreo se hizo materia
Como si fuese por conjuro
De Sathya Sai Baba.
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