Sabías que para entrar en mi alma
No te era requisito
Portar salvoconductos
De magos agoreros
Ni palabras mágicas
Aprendidas
En devastados potreros.
Sólo bastaba que tu risa
Complaciera en las mañanas
El hueco desolador
De mi cama.
No pensé que al caer la noche
Te irías de mi lado
Dejando la soledad
Atornillándome sus dolores
Como si fuesen un perno
En la carne descubierta
De mi corazón.
Y fue ese el primer día
Y la primera noche.
El génesis de mi desolación.
A partir de entonces
La iteración logarítmica
De despertarme y buscarte,
Como un loco desesperado,
Y descubrir que no estás
Se ha vuelto la constante
Más amarga de mi caminar.
He estado por tanto tiempo
Habituado a tu trinar
Que mis sentidos atrofiados
No escuchan a nadie más
Aunque me ofrezca el Valhalla
El Olimpo o el Edén celestial.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario