Dulce y tiernamente
Tú me sonreíste en el otoño
Y como por conjuro un sol
Se apareció en mi horizonte.
La tapia interior
Que acorralaba mi corazón
Quedó hecha añicos
Cuando moviste tu cuerpo
En mi derredor
Y no pude disimular
La enorme emoción
De ver tus manos y tus brazos
Y tus piernas y tus labios
Que mis pupilas estallaron
Como si fuesen lo mismo
Que un petardo.
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