Así inició la hora del placer,
envueltos en la aurora placentera,
en la mágica aura,
en la cómoda magia del querer.
Y nos fuimos invictos y vencedores,
como quien traspasa omnipotente el río Rubicón.
Hasta que vuelvas triunfante
en tu nimbo plateado
y al toque de tus trompetas
yo sucumba
nueva vez a tu candor.
Así terminó la hora del placer,
envueltos en la aurora placentera,
en la mágica aura,
en la cómoda magia del querer.
Y nos volvimos invictos y vencedores,
como quien cruza omnipotente el río Rubicón.
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