Cuando Nicolás de Ovando
Decidió
Erigir la bella Santo Domingo
Eligió el lugar del río
Limpio y despejado
Que calmara la sed
De la ciudad.
Lo mismo que yo elegí
Tu cuerpo como diván
De mis ansiedades.
Elegí tus labios
Para que fueran la fuente
Donde limpiar mi espíritu
De mis iniquidades,
Elegí tus besos para calmar
De mi alma las soledades
Y para exorcizar de mi cuerpo
La horda de demonios
De mis banalidades.
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