Redacté mil instrucciones
Para no correr
Hacia tu abrazo
Ignorando
El movimiento dérmico
Alrededor de mis labios.
Tú me habías enseñado
Lo que era
Una lemniscata,
Cuando eternidad
Tras eternidad,
En un instante fugaz,
Mi lengua recorrió
Tus ignotos laberintos
Mientras tus arpas reproducían
En una espiral apoteósica
Un repertorio de gemidos.
Tarde supe que tú
Habías colocado
Debajo de mi lengua
Un trébol auspicioso
De placer.
Me enfrasqué, empeñado
En la batalla
De resistirme a volver
Prisionero a tu destino,
Sin saber que el recorrido
Que quería recorrer
Me llevaba sin querer
Al punto de no retorno
En donde se halla tu nido.
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